Hace ya mucho tiempo que subo esta escalera. Durante los primeros días no era extraño porque aún recordaba a donde quería llegar. Ahora lo olvidé, así que subo porque es lo que debo hacer. A veces estoy tan cansada que me arrastro por los escalones y los subo por inercia. Pero no puedo detenerme. No sería justo. Alguien debe esperarme en el sitio al que voy. Es obvio, sino, ¿por qué subiría? Ya olvidé quien es, pero eso no es excusa para abandonar mi tarea.
Cada tanto me empujan y caigo. No me quejo, pero me molesta cuando en la caída resbalo algunos escalones y debo volver a subirlos. Hacer dos veces lo mismo, sobre todo en una acción tan repetitiva como subir por una escalera, es muy molesto.
Me gustaría saber cuánto falta para llegar. Me gustaría en algún momento ver el final del recorrido. Pero supongo que eso es pedirle demasiado a algo tan inerte como una escalera. Dudo mucho que ella sepa cuál es el final de sí misma, ni si existe ese final que todos creen estar buscando. Yo no sé cual es mi final. Yo no sé si el final de la escalera existe.