
Todos los cuentos, buenos o malos, para niños o para adultos, todos, deberían empezar con la frase: "Había una vez..."
Porque en esas tres palabras, ya está encerrado el futuro de la historia. No estoy por contarte algo que la prima de la hermana de mi vecina le contó (respetables historias nacen de esos chismeríos, ojo) pero si digo: "había una vez", ya sentimos que algo hubo alguna vez, tan real, tan colorido (una bruja en un bosque, una ardilla que hablaba, un rey de los gigantes, una sirena despeinada, un país de chocolate), que mereció ser recordado por siglos y siglos, hasta transformarse en lo más real y absoluto del mundo: un cuento.
Por ejemplo, ¿por qué no contar cuentos con príncipes modernos, esos que hay en cada esquina, utilizando el "había una vez"? "Había una vez un almacenero, que todas las mañanas abría su negocio, recibía a los proveedores, limpiaba las alacenas silbando bajito sus tangos favoritos, atendía a los clientes con una sonrisa brillante y era querido por todos y cada uno de los vecinos del barrio, que sabían que al recurrir a él conseguirían, de necesitarlo, no solo que les fiara las compras hasta que los problemas económicos se solucionaran, sin recibir de su parte nada más que comprensión y nunca una queja o un reclamo, sino también un hombro amigo, una broma que alegrara un día gris y un oído siempre atento". Y allí ya tenemos al innegable héroe de una historia, que merecerá encontrar a su princesa y al genio en la lámpara, y que vencerá a los dragones modernos con la justicia de la mano. "Había una vez" y un héroe, nada más hace falta para encontrar el cuento de cada esquina.