Todos hemos vagado a través de la noche, a través de las cuadras más oscuras, buscando solo un rincón en donde descansar y la noche nos acepta a todos, con brazos comprensivos, pensaba él, mientras se hundía en esa misma noche, aún oyendo los gritos y lamentos que la puerta cerrada de un golpe no podía alejar.
Todo puede transformarse en recuerdos, del mismo modo que todo podría ser olvidado. Sin embargo, él sabía que ese llanto nunca se borraría de su mente, porque todas las lágrimas seguían allí, en su cabeza, y aparecían ni bien despertaba, y poblaban sus sueños de las formas más dolorosas posibles.
Y el dolor en la mano con la que la había golpeado era mayor ahora que la ira desaparecía y solo quedaba la culpa. Y se preguntaba por qué continuaba haciéndolo, y se preguntaba por qué ella lo perdonaba.
La noche todo lo entiende, pensaba él, mirando la oscuridad sin estrellas.
Y, mientras regresaba en busca de ese perdón tantas veces otorgado (pero solo durante un instante de lucidez que se borraría demasiado rápido), él comprendió que la noche no lo entendía ni lo aceptaba, solo estaba acostumbrada y resignada a ver a los monstruos caminar por sus calles oscuras.