No creí que tuviera que usar palabras para explicar lo que solo para mí es entendible, no porque sea demasiado complicado, sino porque solo yo veo mi mundo a través de mis ojos, y los otros ven nada más que el resultado de mis decisiones, no cada piedra del camino, no cada lluvia que me ha mojado. No ven nada de lo que ha delineado sobre mí los rasgos que hoy tengo.
No desprecio tu regalo, padre, al contrario. Lo rechazo porque amo demasiado mi propia mirada, y mi propia forma de ser.
No hay más explicación, padre, que la obvia: corté mis alas porque pesaban mucho, y no me permitían volar como a mí me gusta.
"corté mis alas porque pesaban mucho" Una gran conciencia.
ResponderBorrarHasta los ángeles merecen ser libres.
ResponderBorrarBesos.
todos los angelitos al final se escapan del paraiso...
ResponderBorrarNo volar también es un libre decisión.
ResponderBorrarSaludos!
Que buen texto.
ResponderBorrarHonestidad angelical.
Un abrazo.
Para volar no hay nada como dejar las alas en tierra.
ResponderBorrarUn saludo.
Precioso texto y maravillosa decisión.
ResponderBorrarBesos.
Qué lección para los padres. Cuánto nos falta por aprender. Y por ser libres.
ResponderBorrarTu texto me desconcierta. Si por un lado los demás no ven más que los resultados (los hechos), por otro me resulta imposible huir de ellos sin mis propias alas (¿recuerdas la niña del circo de Hard Times?). Tal vez la suerte te permite tener más alas que las tuyas propias, y tu logro personal sea despreciar las ajenas. Entonces, estás llena de libertad, la tuya y la de los otros. Tienes muchos "yos", pero sólo uno te sirve. Agradece a la vida la oportunidad de ser distintas personas, puesto que distintas son las alas que tuviste a tu disposición. No todos los padres son opresivos. Ni todos los hijos dejan de serlo por buscar sus propias rutas.
ResponderBorrarHola, María. Bienvenida al blog. Gracias por tu interesante comentario. Estoy de acuerdo. Por eso yo hablo de un "ángel" en particular, uno, no todos. Él no quería sus alas, y se atrevió a respetarse a sí mismo lo suficiente como para rechazar ese regalo. Otros serán felices con sus alas, y ni una ni la otra decisión (quedarse con ellas o rechazarlas) es errónea. El padre que regala las alas no es un padre opresivo, y mucho menos un hijo por buscar nuevas rutas, al contrario. El ángel tuvo que tener las alas para saber que prefería andar sin ellas. Volar no es la única forma de moverse. ¿Por qué sería un error desear usar los pies?
ResponderBorrarNuevamente gracias por comentar.
Saludos.