Hemos naufragado con elegancia: no hubo demasiadas sacudidas que anunciaran este fin: fue algo lento, suave. Que ironía naufragar en un mar en calma.
Y ahora flotamos aferrados a los restos del barco. ¿Cómo de algo tan grande, se pasó a pedazos tan pequeños?
Es un diminuto mundo flotante en el que ahora reinamos: un mundo habitado con despojos. No es cálido, no es confortable, pero es nuestro y tiene lo más importante en él, nuestro pasado.
Quizás nunca fuimos tan nosotros como ahora, que simplemente flotamos. Nunca nada fue tan nuestro, como ahora que lo sujetamos para no perdernos. Somos estas pequeñas olas del mar en calma que nos hizo naufragar. Somos el mar, y los restos y aún somos nosotros.