viernes
Silencio
Y aquí estamos, los dos, en esta calle que tropezó de nuevo. En esta vereda que se cubrió de hojas. En este mundo que tembló de frío.
Estás hablando, apilando palabras como si no significaran nada, como si fueran cosas viejas esperando ser arrojadas a la basura. Yo sé que estoy cerrando los ojos para no verlas caer sobre las hojas secas, sobre la vereda que tropezó de nuevo, sobre el mundo que tembló de frío.
Te pedí un momento de silencio, para oír el perfume del café flotando en el día, como un último regalo.
Y me lo concediste.
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Se portó bien entonces.
ResponderBorrarNo es fácil conseguir silencios.
Besos.
"Llovìa y te ofrecì, el ùltimo cafè"
ResponderBorrarMe recordò ese tango.
Buen texto.
un abrazo.
realmente me qudé suspendido en ese aroma
ResponderBorrarbeso
Un café con tristeza contundente aromada de silencio.
ResponderBorrarMe gustó.
Saludos
Jeve
"Y allí, con tu impiedad,
me vi morir de pie,
medí tu vanidad
y entonces comprendí mi soledad
sin para qué...
Llovía y te ofrecí, el último café."
“Me dijo un adiós tan dulcemente que pensé que me invitaba a regresar…” No recuerdo de quien es la frase, pero cuando te leí vino a mi mente.
ResponderBorrarUn beso y buen fin de semana Marcela, me gustan tus palabras siempre justas y precisas.
No te vayas. No hay mundo afuera, mira: es sólo un enorme vacío extenso y solitario, un laberinto de ventanas de hierro, de bares que han cerrado y amigos que se han ido por un momento para no volver nunca. Quédate un poco más. Sólo un instante. Después la eternidad del olvido será nuestra. Nos quedará mil años para recordar este instante en que oiré cómo suena la puerta y en que veré cómo el perro jugará contigo sin saber que te vas. Quédate sólo un poco. Ven, hombre. Nadie va impedir que te engulla la noche. Está escrito que yo no soy el mundo; que el mundo es esta noche en la que no tendrás a dónde ir. Sentémonos por última vez a la mesa. Aún huele a café. Yo te pondré en silencio el café en el mantel y nos diremos adiós intentando nuestra última sonrisa. Afuera está la nada y hace frío. No te vayas aún. Robémosle a la eternidad este último segundo. Siéntate y déjame mirar bien el color de tus ojos.
ResponderBorrarPoder tener silencio para escuchar el olor de una taza de café es impagable. Me alegro de que sea así en este relato.
ResponderBorrarBesos.
Cuando se hace un silencio, es que pasa un angel (decía mi abuela)
ResponderBorrarPrecioso
Me encantó el juego de la "palabra"...
ResponderBorrarAfortunada la concedida...
Beso!
Cómo duele lo del último regalo… pero es inevitable, uno lo siente llegar.
ResponderBorrarFeliz primavera,
D.
Qué hermoso texto, tanto en su significado como por las perlitas que hay en él: me ha gustado eso de la calle que tropezó de nuevo y el arriesgado (y afortunado)uso de la sinestesia "oír el perfume del café". Una prosa de altísimo vuelo poético.
ResponderBorrarSaludos.
Me encantó, muchísimo. Mi adicción al café es fuerte. Y las últimas líneas son hermosas.
ResponderBorrarBesos.