jueves
Ver
Le gustaba mirar.
No como práctica sexual; a ella le gustaba simplemente, ver, cualquier cosa que fuera mínimamente prohibida para ella, aunque fuera porque las leyes del decoro le indicaban que eso no debería ser observado por sus ojos.
Cuando pasaba frente a una ventana abierta, que quedaba a la altura de su vista, no podía menos que echar un vistazo al interior.
Si veía, por ejemplo, la cocina de una casa en la que nunca entraría, intentaba retener en su memoria el color del mantel de plástico de la mesa, el desorden de una alacena con las puertas entreabiertas.
Todas esas vidas, toda esa gente que casi seguro jamás conocería, vivía ajena a su existencia. Gente que vivía cerca de ella, que no la conocía, que no tenían interés en conocerla.
Era un juego. Un pasatiempo.
Los observaba en los colectivos, y se preguntaba como serían, que les gustaría, que intereses, que romances, que enfermedades tendrían.
Entonces intentaba adivinar algo, retorciendo el cuello para leer el título del libro que leía esa chica, y se ponía contenta si ella lo había leído, como si esa coincidencia las acercara.
¿Serían parecidos a ella? ¿diferentes? ¿El hombre adusto del maletín? ¿La chica con la hebilla roja? ¿El chico de los auriculares?
Claro que tenía a sus favoritos para observar.
Le gustaba mirar, particularmente, a un vecino de la planta baja, el del patiecito del pulmón del edificio.
El salía poco al patio, pero a través de una ventana que daba a ese patio y que quedaba en un ángulo adecuado con la ventana de su dormitorio, lo veía con sus amigos y con su novia...
Bueno, lo que no veía, o veía parcialmente, se lo imaginaba.
Ese era su favorito, pero era agradable saber que todos ellos, los más agradables y los que no lo eran tanto, estaban ahí afuera, viviendo sus vidas, leyendo diarios y desayunando a la mañana, corriendo al trabajo, sonriendo, amándose, odiándose, cortándose el cabello, dejándolo crecer, gritando, cantando, cogiendo, hablando, fumando, bañándose, gastando sus sueldos, ahorrando, peleando, reconciliándose.
Ahí nomás, a unos pasos, haciendolo todo, para que ella, pudiera verlos.
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La ventana indiscreta. A pesar de todo nos miramos unos a otros. Estamos pendientes unos de otros. Nos animamos o defraudamos unos a otros. Nada humano nos es ajeno. Curiosos por naturaleza.
ResponderBorrarMuy bueno y tú sabes transmitirlo muy bien.
Saludos
Somos curiosos por naturaleza.
ResponderBorrarUn besito y que tengas un buen fin de semana
Es el trabajo de los escritores... montar historia sobre historia. También es un poco la actividad de los niños, mirar con sed de saber todo lo que les rodea. De algún modo es escribir sin papel. Hermoso como siempre.
ResponderBorrarUn abrazo
M
Prometeo: Necesitamos ese contacto visual. Entenderlos para entendernos. Muchas gracias.
ResponderBorrarCarmen: La curiosidad es para mi uno de los signos más claros de inteligencia. Buen fin de semana para vos.
Magdalena: Necesitamos esas historias para nutrirnos. Esa sed y hambre para observar el mundo. Un beso grande.
Confieso que me identifico en parte con tu protagonista: no puedo pasar por al lado de una ventana abierta sin mirar adentro. Es algo que puede más que yo. Me fascina. Y no porque trate de imaginarme las vidas de los demás, creo que no lo he hecho nunca, sino porque me imagino a mí misma allí adentro,y cómo vería esas mismas cosas y cómo me sentiría. El relato es delicioso y me ha gusto mucho ese final, ese pensar que el mundo está ahí sólo para sus ojos. Besos, querida amiga.
ResponderBorrarLa protagonista tiene algunos detalles míos, para que negarlo.
ResponderBorrarLo del libro, por ejemplo: no puedo evitarlo, pero si veo a alguien leyendo, necesito saber que libro es.
Muchísimas gracias por tus palabras Isabel.
Besos.
Todos tenemos un poquito de "voyeurs", recuerdo a una vecina del dpto de abajo, que cada vez que venía el novio a quedarse, en el verano con las ventanas abiertas, me despertó en plena noche, por como bramaba en plena faena, y ella sin darse cuenta mas de una vez me contagió y fue la fuente inspiradora.
ResponderBorrarBesos
Seguro, Lux, todos tenemos un poquito de voyeurs y un poquito de exhibicionistas también. Probablemente ella, tu vecina, se habría sentido honrada de ser inspiradora en tus noches.
ResponderBorrarBesos.
No se si te ha pasado, me parece a veces que todo es una ficción, que es un juego con diseños o que están rodando mi película. La curiosidad, el espionaje... bello, mental, fascinante. Saludos y sonrisas, como siempre, un placer leerte.
ResponderBorrarA mi me gusta mirar, observar, imaginar, y a veces trato de guardar todas las imàgenes que quepan en mi memoria, pensando que podría quedarme ciega.
ResponderBorrarA veces tengo la costumbre de sentarme en la banqueta o en el parque y quedarme rato mirando. Y sì, también quiero saber que leen.
Disfruto de tus relatos. Admiro esa soltura de tus manos.
A mí también me gusta mirar. Hace unos años estuve en Holanda y me llamaba muchísimo la atención que muchas casas no tuvieran cortinas. Supongo que por la herencia del protestantismo, algo así como la idea de que no hay nada que ocultar si se lleva una vida recta.
ResponderBorrarVerde: sí que me ha pasado. Muchas veces vi el mundo como un escenario, en el que actuamos y somos espectadores. Muchas gracias por tus palabras.
ResponderBorrarClarice: Saber mirar, tanto como saber oír es lo más importante para aprender. Ver los detalles que transforman a cada cosa en algo único. Y saber que lee la gente es algo que estoy segura, me debe haber hecho quedar mal muchas veces en un transporte público, porque no sé que tan sutil he sido investigándolo... Gracias.
Annabel: Que buen dato. No sabía de esa costumbre de no usar cortinas, y no me sorprende que sea herencia del protestantismo. Gracias.
Besos.
Es un buen entretenimiento, yo a veces salgo a la ventana y me entretengo preguntándome cómo será esta o aquella casa... como serán ellos, etc.
ResponderBorrarBesos
Yo no tendría más que doce años, camino de la escuela a casa vi una niña como de mi edad mirando por la ventana. La vi hermosa y mientras supe que no me miraría fue la mujer de mis sueños. Unos pasos más adelante tuvo la torpeza de cruzar su mirada con la mía, sonreír y bajar la vista.
ResponderBorrarPor menos que un segundo creí que también se había enamorado de mí pero no tuve coraje de detenerme y decirle nada.
Me lo reproché y regresé miles de veces para volver a cruzarnos las miradas pero nunca más vi esa niña en esa ventana. Ni nunca más la olvidé.
¿Me recordará?
cómo me he identificadoo!
ResponderBorrara pesar de que me parezca una práctica cobarde
me adhiero
es tan lindo ser testigo!
CARPE DIEM!
Oscar: Todos hacemos eso... al menos todos los que comentan acá, jaja. Estamos diseñados para interesarnos en los otros. Leí por algún lado, que si estamos frente a una cara vamos a concentrarnos en ella, inconscientemente, intentando leerla. El cerebro está diseñado para interesarse en los otros.
ResponderBorrarBesos y gracias.
Daniel: Estoy segura de que ella te sonrió por algo. A lo mejor está escribiendo sobre ese mínimo romance... Si supieras lo que me gustan esas historias mínimas. Andá avisándole a tu abogado que es muy probable que te robe esa historia de miradas a través de una ventana, para un cuento. Estás informado. :)
ResponderBorrarBesotes.
Naty: Hay algo de cobardía en ese mirar sin participar, claro, pero ojo, porque hay que tener valor para no desviar la vista.
ResponderBorrarBesos y gracias por tu comentario.
¿Mínimo romance? He tenido luego de ese amor relaciones estables con señoritas que no recuerdo sus voces. La niña de la ventana, en cambio, fue un amor en su máximo grado de pureza. No hizo falta chocolates, ni música, ni acampar en la montaña, ni una separación dolorosa. Ni siquiera necesitó decirme su nombre para que la tuviera en mi mente por el resto de mi vida.
ResponderBorrarEse recuerdo está a tu disposición. No puedo menos que ser generoso con un blog que tanta inspiración regala.
Daniel: es verdad, como si el tiempo que dura un romance, tuviera algo que ver en su importancia. Solo por eso lo catalogué como "mínimo", pero tenés razón, sin dudas.
ResponderBorrarGracias de nuevo. Es una linda historia.
Besos.
siempre me imagino la trama de todas esas vidas que hay esperando en la cola del supermercado, en los edificios vecinos...
ResponderBorrares increíble ese mar.