martes
El fantasma de la casa de mi abuela
Recuerdo el frío de las baldosas, de pie, esa noche, en el pasillo en la casa de mi abuela, mi casa también en realidad, claro, pero la llamamos la casa de la abuela, como si toda esa frase fuera una sola palabra que representara el chalet venido a menos, en el que todo arreglo desaparece en el aspecto entre antiguo y descuidado de la construcción...
El pasillo (que con el tiempo fue acortándose, porque en mi infancia parecía más largo), no se veía igual a otras noches cuando desperté, de pie en él, e intenté adivinar en donde estaba, aprovechando las luces de la calle que se colaban por la persiana del comedor, formando un dibujo lineal en la pared. Por qué no estaba en mi cama, por qué estaba allí, sintiendo el frío de las baldosas en los pies descalzos, solo dios sabía. Quise llamar a mi abuela, que dormía en una habitación cercana, pero no me salían las palabras.
Nora, una de mis mejores amigas, y compañera de banco en el colegio, me había dicho que en mi casa había fantasmas.
La última vez que había estado de visita, juraba que había visto como una naranja saltaba de la frutera y se deslizaba hasta el piso de la cocina, movida por la obvia acción inteligente de un ser fantasmal. No había otra opción lógica. La vieja casa debía estar construida sobre un cementerio indio, o, quien sabe, los anteriores dueños habían muerto en forma violenta y sus espíritus enfurecidos decidían atacar, arrojando naranjas al piso.
A los siete años, suena lógico.
Y cuando desperté en el pasillo (después me enteraría de lo que era el sonambulismo y todo eso) inmediatamente, mientras buscaba con las manos la pared protectora, pensé en el fantasma.
Cuando uno se acuesta en su cama, sabe que despertará en ella. Despertar de pie, en otro lado, es la sensación más confusa y extraña que recuerdo. Afortunadamente, se repitió pocas veces en mi vida, pero lo recuerdo con una sonrisa, aunque en ese momento, mientras esperaba que el fantasma apareciera frente a mí, aún entredormida (porque no estaba completamente despierta), mezclándose las imágenes del sueño, con la del fantasma esperado y las luces de la calle, solo quise escapar. En vez de regresar a mi cama, fui hasta la puerta de calle e intenté abrirla. Eso despertó a mi abuela.
Al día siguiente mi aventura nocturna fue motivo de consulta con el médico.
No recuerdo que se dijo, pero mi abuela escondió las llaves desde esa noche, y aún así, con las llaves fuera de mi alcance, convencida de que tendría que ir a buscarme a la calle en camisón, cosa que no pensaba hacer, porque que los vecinos la vieran en camisón corriendo a su nieta sonámbula era mucho más de lo que su dignidad podía soportar, durmió vestida, hasta que mi madre se enteró y la convenció (pelea mediante) de que mi problema había sido un episodio aislado.
Nora sentenció que el fantasma me había despertado con algún motivo sobrenatural y varios años más tarde, relataba lo sucedido como la irrefutable prueba de la existencia de fantasmas en la casa de mi abuela.
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Los fantasmas pertenecen a un imaginario común en la infancia. Creo que son los que más miedo producen, más que otra clase de monstruos. En cuanto a la abuela, sólo una persona así de entrañable es capaz de dormir vestida por proteger a la nieta y a sí misma. Me ha encantado esta historia. Feliz año y un abrazo.
ResponderBorrarTu eras la fantasma. Tu abuela solo quería protegerte de los mortales. Muy bella historia, me quede pegado. Saludos y sonrisas.
ResponderBorrar- Pobre abuela seguramente estaba tan asustado como vos, no por los fantasmas, pero tan asustada como vos. Me encantan las historias de fantasmas. Ade
ResponderBorrar¡¡Maravilloso!! ¡Muy de Poe!
ResponderBorrarVos ya sabes que este es uno de mis blogs favoritos.
Me gusta imaginar que todo lo que ocurre en la confusión entre dormido y despierto ha ocurrido de verdad. Es maravilloso ese estado de la conciencia en que derrotamos a la coherencia y somos capaces hasta de volar. Estaría dispuesto a que existieran los fantasmas por vivir entre sueños.
ResponderBorrarPobre abuela, seguro que los fantasmas estaban mas asustados que tu abuela.
ResponderBorrarSería un mal sueño.
Un besito!!!
Isabel: Los fantasmas tienen esa magia de estar y no estar. Un monstruo siempre es visible. Un fantasma podría estar detrás nuestro y no lo sabemos. O puede no estarlo y nosotros convencernos de que sí.
ResponderBorrarVerde: Me gustaría ser fantasma. Me encanta la idea de desaparecer. Es más, lo voy a ser cuando muera. Y me voy a divertir muchísimo.
Besos
Que hermoso es vivr cosas que queden en tu anecdotario personal para siempre.
ResponderBorrarLindísimo relato!
Besos,
Ade: Tienen, sin dudas, su encanto las historias de fantasmas. Especialmente cuando somos chicos o no... yo a veces me divierto con historias de fantasmas aún hoy.
ResponderBorrarSilvio: Gracias. Es un gusto para mí recibir estos comentarios.
Besos.
Daniel. ¿Podría ser, no? ¿Qué sea como un mundo paralelo? ¿Con sus reglas y leyes propias? Estaría bueno...
ResponderBorrarCarmen: De existir, probablemente estaba ofendido de que lo acusaran de cualquier cosa que pasara en la casa, como que se cayera una naranja...
Besos y gracias.
Claudia: ¡Quedaste en el medio de las respuestas!
ResponderBorrarOjo igual con mis anécdotas... que soy una confesa exagerada sin posibilidad de recuperación.
Besos.
Hola Marcela, ¡que bueno eso de ser sonámbulo!! una vez cuando adolescente dije que era sonámbulo en la casa de un amigo cuando me vieron dirigiéndome al dormitorio de la empleada doméstica, el tema es que no me creyeron.
ResponderBorrarChe esa Nora no se si era muy amiga, bastante guachita la mina.
Besos y te sigo leyendo!
Jeje, la vigilia nos hace creer cosas que no son tales, me recuerda un poco a la parálisis del sueño. Quién sabe, tampoco se ha demostrado que los fantasmas NO existan.
ResponderBorrarBesos
Lux: ja ja!
ResponderBorrarYo planeo usarlo si alguna vez cometo un crimen. No sé si un juez me creerá, pero voy a intentarlo si hace falta. Tengo cara de buenita así que... quien sabe... Y sobre Nora, hace años que no la veo. Tenía mucha imaginación... Besos.
Oscar: Sí, la parálisis del sueño es muy normal. Y convivo en paz y sanamente con un montón de fantasmas.
Besos.
Quien cuidaba a quien , y en cuanto a Norita te digo que era bastante mete pua, nunca faltan esas compañeritas de colegio, en todos los grados hay una. Muy bien llevada la historia, me gustó.
ResponderBorrarUn beso Marcela, te sigo leyendo..-)
Gracias Adrianina. Tenía lo suyo Norita. Inventaba cada historia! Y creo que las creía ella misma incluso...
ResponderBorrarBesos.