viernes
La huerta
Hace un par de años, decidimos con mi marido hacer en el patio de mi casa una pequeña huerta.
Empujados por el estímulo de la novedad, investigamos algo del tema, y confiando en la mundialmente famosa tierra de la Pampa Húmeda, en la que se tira una semilla y crece una planta, pusimos mano a la obra. Nos imaginábamos felices saliendo de la casa para escoger los frutos con los que prepararíamos las ensaladas.
Preparamos el terreno. Desmalezamos. Compramos el abono adecuado. Organizamos las plantitas como lo recomendaba una revista especializada, y nos dedicamos a esperar los frutos de nuestra labor.
Algunos tomates llegaron a crecer, pero antes de que tuvieran un tamaño respetable, una fuerte tormenta con granizo los destrozó sin piedad. El resto de nuestro verde experimento, fue un fracaso que sucumbió a la lluvia desmedida, a la sequía, a las hormigas, babosas y demás insectos que decidieron mudarse cuando se corrió la voz en su mundo de que mi patio estaba lleno de pequeños e inocentes brotes y a mi perra, que además de carne y alimento seco, siente un gran aprecio por los morrones aún verdes y los comía directamente de la planta (el cerquito que hicimos alrededor de la huerta también fue un fracaso).
Para ser honesta, crecieron bien las hierbas aromáticas. Eso sí fue un triunfo. En mi patio la menta, por ejemplo, aburrida de estar en un rincón específico,crece en cualquier lado, entre las baldosas, entre las piedritas de un camino, se trepa a las macetas de otras plantas y cuando pasamos y la rozamos apenas, se puede sentir el perfume (esa es una de las cosas lindas de mi patio).
A lo que voy es que hace un par de semanas, una planta comenzó a crecer rápidamente, como una de esas plantas de habichuelas mágicas de los dibujitos animados. Desde la ventana del living la podemos ver: enormes hojas verde oscuro y muchas y hermosas flores amarillas que al caer dejan ver las calabacitas verde claro.
"No vamos a poder salir de la casa" sentencia la familia completa cada mañana. Pero por curiosidad (y vagancia) la dejamos crecer...
Ahora tengo calabazas en el patio de mi casa. No sé como llegaron allí. Con la cortadora de pasto, sin querer, corté media planta, pero siguió creciendo. Mi perra debe creer que es la venganza de los morrones que asesinó hace un par de años, porque las calabazas le obstaculizan el paso para sus carreras diarias sin razón alguna.
Y ahora los dejo, porque tengo que averiguar en google cuando es la temporada correcta para cosechar calabazas. Esto de tener una huerta es un trabajo de tiempo completo...
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Ya me imagino la labor de una huerta. Yo soy un poco torpe en esas labores, pero si estoy puesta para disfrutar de sus delicias, así que amiga, iré a comer de tu huerta, jijiji. Las fotos ya me abrieron el apetito.
ResponderBorrarBesos.
Creo que debe ser una alegría inmensa para ustedes ver crecer la bendita Naturaleza que nos alimenta. Y además les queda la grata experiencia, como recuerdo imborrable.
ResponderBorrarCon una simple calabaza propia, son más ricos que muchos con tarjetas de crédito.
Mi afectuoso saludo.
¡Qué lindo!, me alegro de que tengan calabazas, ¡felicitaciones!
ResponderBorrarQue bueno! yo he plantado albahaca y sale como piña! no digo con gusto a piña sino que sale perfecta. Otras son todas las variedades de ajies picantes, si te gustan los perros no los comen y hay inclusive unos japoneses que crecen de diversos colores, y te dan casi todo el año.
ResponderBorrarOtra buena es la cannabis! heheheheheeeeeeee
Beso
Emprender una siembra ilusionada tiene esas cosas: a veces lo que se siembra no es lo que se cosecha. Como la vida misma. Pero como tiene que haber de todo en una despensa, pues bienvenidas sean las calabazas.
ResponderBorrarBesos, feliz día.
Graciela: Te aseguro que nosotros también somos bastante torpes con esto de la huerta. Tenemos muchas flores en el patio, pero hablando en serio, es increíble lo mucho que hay que cuidar una huerta. Excepto las calabazas, que crecen solas... Y si crecen, regalo calabazas en el blog. Hagan sus pedidos correspondientes.
ResponderBorrarLuis: Eso es verdad. Quizá suene tonto, pero es muy agradable salir a buscar las hierbas para condimentar una comida. Nuestra primer idea de la huerta (la que fracasó) estaba basada en esa idea exactamente.
Besos
Mariela: Gracias, pero no merezco las felicitaciones. Juro que yo no hice nada para que las calabazas crezcan. :) Besos.
ResponderBorrarLux: Albahaca yo también tengo! Este año no son las mejores, pero otros años crecían como piña acá también. Y cannabis no voy a plantar porque la comisaría está muy cerca... Aunque un chisme del barrio dice que un vecino tiene una plantación en el fondo de la casa... Es un vecino muy querido por todos, heheheheeee
Besos
Prometeo: Exacto. No es lo que yo planté, pero sin embargo, me hace creer que mi huerta fue un triunfo. Quizá la naturaleza de esas revanchas. Besos.
ResponderBorrarHola intentá si podés de volver a ingresarme en tu listado de blogs ahora que estoy sin el warning.
ResponderBorrarYo mañana lo vuelvo a poner, no sea cosa que los dioses de la blogosfera me castiguen.
Besos
Lux: Ya está. Apareciste en el blogroll. Yo había hecho otro listado de blogs con el warning. Fue lo único que se me ocurrió para tenerlos cerquita.
ResponderBorrarBesos.
¡Espero impaciente que nos cuentes como sale tu primer manjar a base de calabaza!
ResponderBorrar¿Calabaza rellena? ¿Tarta de calabaza? Ya veré que cocino... Después cuento, Silvio, lo prometo. Besos!
ResponderBorrarLa menta se fue del rincón donde la pusieron y derrochó vida. Las semillas de calabaza, que habían permanecido ocultas cautelosamente, la imitaron.
ResponderBorrarHuelo menta, veo una explosión de belleza amarilla.
Escucha Vida, dame más de vos.
Es poderosa la vida... La naturaleza tiene ese don de ser incontrolable, aunque jugamos a creer que la dominamos.
ResponderBorrarGracias anónimo por tu comentario.
Beso.
Tu relato me recuerda mi triste paso por el mundo botánico. Una plantita que favorecía mi living comenzó a perder frescura, así que seguí los consejos de amigos que me recomendaron llevarla con maceta y todo al jardín. La ubiqué junto a la medianera y no le tomó más que unos días para recuperar su energía y comenzó a crecer alta, más que la medianera.
ResponderBorrarUn buen día mi planta y su maceta estaban prolijamente desaparecidas, nada indicaba que alguna vez estuvieron allá… mi vecino juraba no haberla "tomado por error" pero tengo certeza de que me la robó.
Lo peor es que nunca pude profundizar una investigación ni quejarme con la policía… a ellos les pagan por no permitir ese tipo de cultivos…
D.
Daniel: Lo único que falta, que la policía esté en contra de los gustos botánicos de cada uno... No lo podemos permitir.
ResponderBorrarY lo de tu vecino no tiene perdón.
Besos.
Estoy convencida de que la vida es más fuerte que la muerte.
ResponderBorrarEl odio punza, estrecho y mezquino. Finalmente, "esos" se olvidan.
La vida libre avanza a galope tendido. Como Jorge Cafrune hace 31 años, aquel 1 de Febrero.
Hoy, un periodista escribió: "... sin exagerar la estridencia, recorre canciones de Yupanqui, Pedroni, Larralde, Sampayo, Facundo Cabral... Lo que en otros da pie al alarido, él lo vocaliza con una serenidad que trasciende la denuncia o la protesta y testimonia dolores y sensibilidades mucho más viscerales... A años luz de cualquier argentinísimo..."
El relato está en presente. Su presencia/ ausencia empuja mis lágrimas abundantes.
La foto está tomada desde abajo, como yo lo miraba a mis ocho años cuando lo encontraba a mitad de camino entre el colegio y mi casa.
Lo que veía era enorme: la panza redonda, la barba negra y abundante, los ojos oscuros y el sombrero de ala ancha.
Lo que recibía, también: su ternura profunda, potente.
Le gustaban el brillo y el color de mi pelo, los moños que lo recogían en dos colas, mi gabán azul marino con 3 botones dorados a cada lado. Me lo decía con su voz grave y suave, su decir lento y su sensibilidad varonil. Yo bajaba mis párpados y me sonrojaba.
Me acaricia la cabeza delicadamente; todavía.
Seguíamos caminando en sentidos opuestos. Él, con sus eternas bombachas y yo, con mi pollera, pocos centímetros más larga que mi gabán.
Su voz canta "Chiquillada". El poeta genial aplaude.
Qué rica la sopa de calabaza... aún debe saber mejor cuando las calabazas las ha cultivado una misma. ^^
ResponderBorrarBesotes, Marcela.