jueves
Una buena charla.
Hace varios años, una mañana, tuve una charla muy interesante con uno de los barrenderos de mi cuadra. No tengo idea de como comenzó esa charla, porque suelo ser bastante reacia a hablar con desconocidos...
Recuerdo que me contó que era de Catamarca... O Formosa, mi memoria para algunos detalles puntuales es una vergüenza.
¡Ah!, ya sé como fue que empezó la charla.
Yo me quejé de que hacía calor, y él rió, y me dijo que calor era el de su provincia (con eso solo, debería haber terminado el diálogo, porque mi comentario del calor era de esos que no me gustan hacer, y la respuesta de él era de las que a mí no me gustan, pero entonces debe haber dicho algo que me llamó la atención, porque no entré inmediatamente a casa después de saludarlo, que sería mi actitud normal).
En resumen, porque la charla fue bastante larga, me contó que cuando joven, era trabajador golondrina y viajaba por las provincias del norte de cosecha en cosecha. Me contó que sabía domar caballos. Habló de los hijos, y nietos. Era pintor, además y me invitó a ver una muestra de cuadros que haría un tiempo más adelante (no, no fui, no pude, era lejos, creo) y me dijo que me iba a traer la receta para empanadas de su esposa (esa sí, la trajo unos días más tarde, escrita con redondeada letra de molde de la señora, llena de recomendaciones culinarias y que finalizaba con un "cariños") que nunca preparé porque eran empanadas de carne, pero dulces, que a mi familia y a mi no nos gustan, pero algunas de las recomendaciones mejoraron y mucho mi propia receta de empanadas. Era un cálido, inteligente y exitoso caballero.
Un tiempo después, deben haberlo cambiado de zona, o se jubiló (estaba haciendo los trámites para la jubilación) y lamentablemente, dejé de verlo.
Una buena charla, un diálogo de esos que te alegran un día, no es algo que se pueda andar despreciando, especialmente para alguien como yo, que por timidez, o lo que sea, no fomenta conversaciones con cualquiera.
Como si algunas palabras, algunas frases, no todas, pudieran saltar el abismo que hay entre la gente.
Alguien dice algo y esas palabras, ordenadas de tal manera, detienen lo que estamos haciendo y hacen que prestemos atención. A otros que nos hablaron antes, apenas los oímos y respondimos sin ganas o por compromiso.
Ese es el poder de las palabras. Como si fueran puentes, que generalmente no cruzamos, o hasta derrumbamos a propósito, pero otras milagrosas veces, nos llevan a una nueva orilla.
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ResponderBorrar"COMO TE GUSTARÍA VERME"
Algo de mi te esta esperando,dámelo.
Besos
¡¡El blog que más gente visita y se queda!! ¿por mis letras?¿por mi cuerpo?
http://soloputa.blogspot.com/
Muy interesante lo que plasma Marcela. El poder de la palabra; de ciertas palabras.
ResponderBorrarBesos.
soloputa: saludos
ResponderBorrarPrometeo: Gracias. Queremos creer eso, los que disfrutamos escribiendo, que tienen poder las palabras, ¿no?. Besos.
Imaginate si el caballero se entera que le dedicaste un post a él, a su oficio, a su provincia, a su esposa y a sus empanadas!
ResponderBorrarY con palabras que cruzaron el puente del tiempo y lo trajeron al presente!
Sin dudas, las palabras tienen poderes mágicos.
Saludos!
Las palabras son efectivamente eso, puentes que nos permiten encontrarnos y transformarnos a través del otro. Muy bueno como siempre. Un beso
ResponderBorrarM
Me encanta charlar con la gente.
ResponderBorrarMe da igual la edad, el sexo... lo que más me gusta es la comunicación.
Besos y que tengas un lindo finde
Claudia: ¡Quien sabe que pensaría! Sí, son mágicas las palabras. Beso
ResponderBorrarMagdalena: gracias por tus palabras. Beso.
Carmen: a mí me cuesta más entablar un diálogo, aunque claro, me gusta charlar también.
Beso.
Ese tipo de charlas escasean cada vez más, sobre todo en ciudades grandes.
ResponderBorrarPor cierto, no conocía el término trabajador golondrina.
Saludos
Que linda historia contada con calidez y eficacia.
ResponderBorrarAdhiero a cada palabra del comentario de Claudia Sánchez.
Oscar: Es verdad. Estas charlas escasean.
ResponderBorrarTrabajadores golondrinas, debe ser un término argentino. No sé como les llaman en el resto de América Latina y ni siquiera sé si existen en Europa, yo supongo que sí. Son trabajadores que van viajando según los tiempos de cada cosecha para ir levantándolas. No es un trabajo fácil obviamente. Están mal pagos... tienen una vida muy difícil. Quiero poner links a páginas en donde se expliquen los términos regionales, pero siempre lo olvido. Un beso
Gus: Entonces buscá mi respuesta a ese comentario, y considerala mi respuesta al tuyo... (ja)
ResponderBorrarGracias. Beso grandote.
Marcela, por favor, todo el mundo sabe que las empanadas dulces son las más ricas del universo. Yo a las empanadas comunes, de carne, las abro (le saco el pupo) y les pongo azúcar.
ResponderBorrarMe pone muy triste cuando leo algo sobre trabajadores golondrina. Aún existen, como los peones boyeros y tantas otras personas tan trabajadoras, y tan explotadas. Cuando veo al campo reclamar más dinero, me imagino a estar personas y me provoca una gran tristeza.
Yo soy del norte también, como el amigo que ofreció una buena charla. Yo las tengo con Luciano, mi hermano, y Luciana, mi hermana. Pero con nadie más últimamente.
Un beso bien grande.
Silvio: Llego a aceptar unas pocas pasas de uva en las empanadas, pero hasta ahí llega mi tolerancia con el dulce en las empanadas de carne.
ResponderBorrarEs realmente muy triste la situación de estos trabajadores tan olvidados por la sociedad. Por eso me pareció tan valioso el optimismo de este hombre.
Y con respecto a las charlas, yo tengo un par de interlocutores que aprecio mucho, y creo que eso es lo lógico, ¿no? y está bastante bien...
Un beso.
Me gustó mucho lo que has compartido, porque siempre he pensado que uno aprende mucho de esos personajes cotidianos que nos da la vida, aquellos seres que a veces uno no se detiene a verlos o saludarlos.
ResponderBorrarYo tengo un jardinero desde hace veinte años y un hombre tan sencillo pero algo que le he admirado es que siempre ha permanecido con su esencia. No tiene estudios pero me ofrece más que lo que aprendí en las aulas.
Ojalá que nuestras palabras fueran siempre poderosas, verdad?
No conocía el término "trabajador golondrina".
Abrazos linda.
Hay mucha, mucha sabiduría fuera de las aulas, es verdad. Solo hay que saber verla... o escucharla en este caso.
ResponderBorrarGracias Clarice.