Me despertaron fuertes sacudones. Casi me caigo de la cama, cuando el asesino me sujetó del brazo obligándome a levantarme.
- ¿Pero qué pasa...? - alcancé a preguntar.
El héroe ya había puesto la pava con agua al fuego y contaba las cucharaditas de café instantáneo en tres tacitas.
- Ya te dije que quiero un té - dijo el asesino.
- Solo hay sabor canela, manzana, o... buaj, té verde - informó el héroe. Me miró: - ¿Por qué no tenés té común, como en las casas normales?
- ¿Y qué sabés vos de casas normales?
- Sé que no tienen diez clases distintas de té, todos intomables.
- Son los que me gustan. ¡Son las dos de la mañana! ¿Qué quieren? - pregunté, mientras con la mirada verificaba que Lolo estuviera a salvo.
- Queríamos saber si estabas bien - dijo el asesino.
- El estaba preocupado. Yo solo quería vengarme. Con los gritos de la pelea nos despertamos todos - dijo el asesino - No es justo que después duermas como un angelito...
- Siempre me cuesta dormir... Y con ustedes rondando más difícil todavía... Gracias, pero estoy bien. Fue una tontería... ni siquiera debería haber discutido... - reconocí. Disimuladamente, llegué hasta la puerta, y saqué a Lolo de las llaves, sujetándolo firmemente. Escuché que el héroe se echaba a reír.
- No te preocupes. No lo voy a intentar secuestrar más... ¡Dentro de poco va a ser la única pareja que vas a tener!
- ¡Ahora sí! ¡Te borro definitivamente! - lo amenacé.
- Tomá el café y analizá seriamente las posibilidades. Si te separás, vas a tener más tiempo para escribir nuestra historia... - dijo el héroe.
- Lo que tiene que importarle es su propia felicidad... Siendo feliz estaría más dispuesta a escribir... - agregó el asesino. Pero el otro lo interrumpió:
- Todos saben que los infelices escriben mejor y más prolificamente... Claro que... en este caso... considerando su vida sentimental debería ser Shakespeare... -
- ¿Pueden dejar de hablar de mí como si no estuviera presente? - pregunté. - Mi vida sentimental está en perfectas condiciones... Y ustedes están en problemas. ¿Saben lo que voy a hacer?
- ¿Qué? - preguntaron los dos al unísono.
- Irme a dormir. Y ustedes, laven las tazas cuando terminen.
Claro que a la mañana siguiente las tazas estaban sobre la mesa.
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