miércoles

Los lágalos


Cuando mi hija tenía dos años, apareció el primer lágalo en su vida. Lo encontramos una de esas mañanas en las que los monstruos se hacen visibles en los rincones del día. Estaba acurrucado en una esquina del techo, en la parte sombreada de la habitación. No sé si Flor se asustó en el primer momento en que lo vio, o si el lágalo dijo algo que la molestó, pero para cuando llegué después del primer grito a auxiliarla, ya estaba asustada.
- ¡Bicho, bicho, bicho!! - gritaba señalando al lágalo que fingió no escucharla, haciéndose el interesante y moviendo apenas una alita negra.
- Es un murciélago - dije. Como no me gusta la idea de que los niños le teman a algo tan natural como un murciélago (ni a nada impuesto por mí, ya tendría tiempo de asustarse sola de tantas cosas) me fingí tranquila mientras la sacaba a las corridas del dormitorio y cerraba la puerta. No era miedo. Sencillamente no comparto mi espacio vital y menos el de mi hija con murciélagos (pobres bichos, no tienen la culpa de ser tan feos y de contagiar la rabia y no sé cuantas enfermedades más)... Y también era un poco de miedo.
- ¿Qué es un lágalo? - preguntó Flor.
Yo tardé en responder. Debía aceptar la terrible realidad de que tenía una habitación menos en mi ya minúsculo departamento, al menos hasta que encontrara a alguien que convenciera al bicho, perdón, murciélago, perdón, lágalo, de que debía abandonar su nuevo refugio. La verdad, ya había decidido que si no conseguía a nadie para que hablara con la criatura sobre la mala idea de permanecer en mi hogar, le dejaría a él la habitación sin cobrarle alquiler ni nada. No parecía tener un peso el pobre murciélago.
Faltaban un par de horas para que mi caballero llegara del trabajo y como no me gustaba molestar a los vecinos por una tontería, decidí esperarlo y que él enfrentara al invasor. Flor se mostraba algo asustada pero también muy curiosa por el extraño visitante. Un rato más tarde recordó que su muñeco favorito había quedado en el sector prohibido (al menos por un rato), del departamento. ¿Comería el lágalo ositos de peluche?
Para divertirla (y para que no me pidiera que fuera a buscar al osito), le conté la verdadera historia de los lágalos. Le dije que no son feos porque sí. En realidad, hace muchos, muchísimos años, cuando aún había dragones y hadas en todas las esquinas, los lágalos eran impresionantemente bellos. Tanto, que nadie resistía el deseo de poseer uno. Todas las personas en la antigüedad querían un lágalo de mascota. Muchos los trataban bien, pero otros los ataban para no perderlos, los metían en pequeñas jaulas y hasta en cajas con agujeritos. Los reyes y reinas llegaban a tener cientos, todos en jaulas de oro, vestidos con pesados trajes con perlas. Los lágalos sufrían mucho y llegaron a detestar su belleza. Como son muy inteligentes también, fabricaron esos trajes negros que aún usan hoy en día (no, Flor, no, de ninguna manera podemos sacarle su disfraz, porque es su decisión usarlo y sería una falta de respeto intentar quitarselo) evitando que su belleza ciegue a las personas, haciendo que vuelvan a esclavizarlos, privándolos de, por ejemplo, hacer lo que más les gusta, que es volar tranquilamente y a veces dormir un rato en un rincón del techo del dormitorio de una pequeña niña.
Finalmente el portero se encargó del lágalo (no aguanté hasta el horario de llegada de mi marido, y no sé que método usó para reconquistar la habitación tomada, pero lo hizo rápidamente; también me dijo que varios departamentos habían sido invadidos y que pronto iban a venir unos expertos al edificio).
Mientras el portero se iba, mi hija le dijo que si se le había caído su disfraz, por más hermoso que fuera el lágalo, lo dejara irse igual, porque a ellos les gusta mucho volar libres. En voz baja tuve que contarle acerca del cuento que había inventado, y el hombre se debe haber ido más convencido que nunca de que yo era demasiado joven para educar a una niña.
Más adelante, seguí inventando para Flor cuentos con lágalos (los lágalos se transformaron en los héroes y caballeros de los cuentos que le inventaba) pero por suerte, lágalos de verdad, no volvimos a ver demasiado cerca.

20 comentarios:

  1. Flor debe ser muy feliz de haber tenido la oportunidad de crecer junto a vos y tu mágico mundo.

    Besos.

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  2. Que ternura Marcela!! Ahora yo también quiero un lágalo!! (no, mentira, mejor no).
    Me voy endulzada... Que lindo.
    Cariños!

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  3. Mariela: Ojalá ella lo haya sentido así! Al menos, pude evitar entrar a la habitación a buscar el osito rehén del murciélago.
    Gracias. Besos.

    Sol: Si, mejor no. Yo misma que inventé para entretener a Flor que son muy bellos bajo su disfraz feúcho prefiero que se queden lejos!!
    Besos y gracias.

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  4. Aún quedan sitios donde los lágalos se encargan del mantener el orden y el imperio de las leyes, donde las fuerzas del mal se sienten acorraladas por la presencia del lágalo y donde los hombres más valientes se visten de lágalos para luchar contra la inequidad.
    Claro, fuera de Ciudad Gótica los que reestablecen el orden son los porteros.
    D.

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  5. Estaba pensando que con tus historias tu hija habría acabado adorando a los murciélagos.
    Hiciste muy bien.
    Yo veo un murciélago en mi habitación y me han de llevar a urgencias hospitalarias.
    Infarto fijo.

    Besos.

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  6. Hola Marcela! me ha gustado mucho leer esta historia y conocer un poquito más a los lágalos. un abrazo para las dos

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  7. Entre todos los mamíferos, estos son los únicos
    capaces de ejercer el vuelo con sus alas.
    Tu cuento, ademas de alas, tiene belleza, imaginación y mucha ternura.
    Yo quiero una mamá como tú......
    Precioso el relato.
    Un abrazo.

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  8. Que linda historia, a veces me pregunto de a donde sale tanta creatividad de minuto que somos madres, yo al igual que tú, perdí la cuenta de las historias que tuve que inventar. Lo curioso que los míos han crecido y yo sigo inventando historias, parece que me quedo gustando, cariños paty

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  9. Daniel: Claro. Fuera de ciudad gótica los lágalos son corridos a escobazos (eso creo que hizo el portero esa vez, por ejemplo). ¡Y muchas veces en los edificios los porteros son vistos como héroes!

    Toro salvaje: Solo en favor de mi hija no tuve un infarto. Probablemente mientras le contaba el cuento la voz me temblaba.

    Mónica: Gracias. Un abrazo de parte de Flor y mía.

    Angel: Una vez vi un documental sobre murciélagos relatado con tal cariño que uno dejaba de verlos tan feos y notaba lo fascinantes que son. Hay que saber mirar. Esa vez yo encontré una historia para que Flor no les temiera y entretenerla. Gracias por tus palabras.

    Patricia: Todas las madres somos, entre tantas cosas, cuentistas! Y algunas nos gusta ese rol y aunque crecen, seguimos inventando historias.

    Besos a todos. Gracias.

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  10. Muy simpática y tierna la historia de los lágalos. Al principio creía que se trataba de cronopios como los que inventaba, o mejor dicho: descubría Cortázar por las esquinas.Porque empiezas la historia así de repente, diciendo lo importante: "Cuando mi hija tenía dos años, apareció el primer lágalo en su vida."
    Los niños siempre nos ponen en algún aprieto. Habrá que tener cuidado con las sapos encantados que al besarlos se convierten en príncipes. ¡A ver quién es el guapo que los besa!
    Un saludo.

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  11. Escribis hermoso, me encanta la forma de relatar los hechos y como la magia es parte de tu vida.
    No sabía nada de los lágalos me gustó mucho, yo tengo un montón de historias de murciélagos ya que en el departamento que vivi hace mucho estaba justo en la altura el plafond de vuelo de estos quirópteros.

    Besos hermosa

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  12. Mariam: GRacias.

    Cayetano: Mi hija siempre me pone en aprietos! Por suerte, siempre lindos aprietos. Ya apareceran también sapos encantados...

    Lux: Ni bien tenga novedades sobre los lágalos, serán traídas al blog. Por suerte, no me he cruzado mucho más con murciélagos. Y gracias.


    Besos.

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  13. Aquel que esconde su belleza, lo tiene todo. Bello cuento el que contaste.

    Un abrazo desde el ocaso.

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  14. Toda la ternura!!!!
    Nunca supe que los murciélagos eran lágalos.

    Abrazos

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  15. Buscador: Protegen su belleza. Es una medida necesaria a veces. Gracias.

    Magah: ¡Al menos para Flor son lágalos! Tengo todo un diccionario con sus pronunciaciones. Y después, quedaron como personajes de nuestros cuentos.

    Besotes.

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  16. Hasta lo menos pensado sirve a veces de inspiración.
    Muy bello relato.
    Seguiré pasando.
    Saludos desde muy lejos

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  17. Cuando mis tres hijos eran pequeños, les cantaba todas las noches hasta que se dormían. Una (que me cantaba mi abuela) decía" Este lindo niño, que nació de noche, quiere que lo lleven a pasear en coche. El cochero enfermo, el caballo manco y éste niño lindo ya se va a dormir"
    Ahora, que ya tienen cerca de treinta años, me confesaron que ésa canción les daba mucho miedo. Lloré.
    Lo tuyo es distinto. Precioso.

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  18. Ay no, con esa situación, yo me hubiera puesto histérica, si con los ratones me pongo nerviosa, pues ahora con un murciélago! Eres valiente. Y además, mira con qué historia!
    Un besote.

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  19. Mirá vos? Te movés como pez en el agua con los cuentos fantásticos.

    En dos oportunidades entraron murciélagos a mi casa, la primera fue horrible, iba de lado a lado por todo el comedor con sus aletas gigantes, luego se hizo chiquito y se acurrucó en una cortina, ahí aproveché y lo maté con el escobillón, según me enteré unos meses después por un informe de la tele tenía rabia, porque sólo vuelan de noche...

    Muy cierta la acotación de Patricia como tu respuesta.
    Besos para vos.:-)

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