miércoles
Brujita
Ella sería la princesa. Yo la bruja.
En ese momento, con nueve años de edad, detesté mi destino.
¿Por qué ella sería la princesa y yo la bruja?
Aún faltaba tiempo para que comprendiera que las brujas son lejos más interesantes que las princesas. A esa edad, todas queríamos ser la princesa.
Íbamos a representar una obra de teatro. No recuerdo cual, de igual modo que no recuerdo porque nos odiábamos con Jessica. Solo recuerdo la bronca que sentía cuando ella con su sonrisita de nena dulce manipulaba a todos para conseguir lo que quería. La verdad es que yo actuaba más o menos igual, así que supongo que nuestros caminos, irremediablemente, chocaban.
Había una gran diferencia, sin embargo entre nosotras: yo casi nunca lloraba, en cambio, Jéssica lloraba por todo. Si se olvidaba la cartuchera, lloraba. Si se sacaba una mala nota, lloraba. Si se le rompía la punta del lápiz, lloraba. Si yo le arrancaba la cabeza de su muñeca "sin querer", lloraba.
Mi mamá me hizo el disfraz de bruja. Un sombrero puntiagudo, un vestido violeta, una escoba vieja en la mano.
Ella usaba un bello vestido de tul color rosa, con estrellas de papel glasé brillante, una corona plateada y accesorios al tono.
Salimos al escenario y la obra comenzó más o menos bien. Los jóvenes caballeros con sus caballitos de plástico apenas se chocaron entre ellos. Los niños disfrazados de árboles que tenían que agitar los brazos sosteniendo hojas de cartón no sufrieron accidentes (como pasó en el ensayo general, suspendido cuando Matías le clavó una rama en el ojo a Lucas).
Hasta que Jéssica apareció en el escenario. Miró a su alrededor, tartamudeó, gimoteó, miró a la maestra que nos ayudaba con nuestras líneas y sin dudarlo, abrió gigante la boca y comenzó a llorar con sonoros alaridos.
Lástima que no pude disfrutar más del momento, porque una compañera a mi lado llevaba una de esas estrellitas de navidad a modo de varita mágica, echando chispas para todos lados y yo estaba segura de que iba a quemar mi vestido de bruja, conmigo adentro, lo que hubiera sido un final lógico en la edad media, pero no para el cierre del ciclo del año lectivo. Más allá de esto último, fue probablemente el mejor acto escolar que recuerdo.
Si bien no creo en la total inocencia de los niños, juro que en este caso, ninguna brujería de mi parte, fue culpable de la lacrimosa actuación de la princesa Jéssica.
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¡Qué buen cuento! Me gustó muchísimo, perfectamente contado y bien resuelto.
ResponderBorrarAdemás me hizo reír saber que en esta obra también había chicos disfrazados de árboles, porque recientemente una amiga mía tuvo que hacerle un disfraz de árbol a su hija y se preguntaba por qué las maestras siempre ponen árboles.
Besos.
no me atrevo a comentar, te tengo miedo.
ResponderBorrarMuy interesante, bien por tu enojo. Todas las niñas tienen derecho a ser princesas, hasta las quince años claro. Después de esa edad elegimos; si queremos seguir siendo princesas o nos convertimos en brujas...
ResponderBorrarMuy buena tu narrativa Marcela.
Besito grande.:-)
Mirá hay algo que yo siempre pensé desde bien chiquito y era que en todos los cuentos o dibujitos siempre me gustaba la bruja, asi toda de negro muy pintada, siempre me gustaron las minas así, en definitiva me gustaban las brujas, bueno claro asi me fue, pero no importa sigo.
ResponderBorrarY no dudo que si hubiera sido compañerito tuyo yo hubiera sido uno de tus admiradores, y perdidamente enamorado en silencio, como siempre.
Y Jessica siempre fue una imbécil.
Mariela: ¡Sí! Disfrazar a los niñitos de árboles es lo más común del mundo. Entre mis disfraces de chica y los de mi hija creo que lo vi todo.
ResponderBorrarGinger: Soy una brujita buena, deberías saberlo... :)
Besos
Adrianina: Y lo más probable es que todas seamos ambas cosas... Es nuestra naturaleza femenina.
ResponderBorrarLux: Tenemos que usar nuestros hechizos las brujitas. A veces algunas abusan... es cierto. Pero la mayoría, somos brujas buenas. Por lo que sé, Jessica dejó de llorar más adelante, pero en esos años, era insoportable :) Y todos estaban enamorados de ella.
Gracias y besos.
- jajaja, cosa de brujas, muy bueno!!! Besos. Ade
ResponderBorrarYa ves que no tenías razones de peso para odiarla y mucho menos para tomar venganza de tan manipuladora compañera. Ella misma se estrellaba... Tú fuiste mucho mejor bruja que ella princesa. Besitos.
ResponderBorrarAde: Gracias! Definitivamente, cosas de brujas.
ResponderBorrarIsabel: ¡Al menos no lloré en el escenario! Por suerte esas broncas entre niños suelen durar un par de recreos y nada más.
Gracias a las dos. Y besos.
Me encantan tus cuentos!!!!
ResponderBorrarNo tengo historias así en el anecdotario porque siempre huía despavorido cuando buscaban niños que actúen en el acto de fin de año.
ResponderBorrarSi tengo un hijo (aunque espero no tenerlos) ojalá no le toque ser un árbol. Que pérdida de tiempo y esfuerzo...
Una vez hice de granadero, cierto, hay fotos.
Ojo, Silvio, yo también huía de los actos, pero cuando era más grande. Cuando era chica quedé enganchada en un par de "superproducciones" escolares.
ResponderBorrarY te digo que los árboles la pasaban bastante bien... Charlaban, se reían de los que actuábamos al frente.
Mostrá las fotos! :)
Besos.
Bueno ya las voy a buscar...
ResponderBorrar¿De quién es la imagen que ilustra "Brujita"? Es muy buena...
Besote
Es " La Bruja" de Hans Toma. Mirá que tonta (¡lo que es ser rubia! ¿no te digo?) creí que lo había aclarado en el post y no es así. Que bueno que preguntaste. Besos.
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