Cuando vieron las nubes cubriendo el cielo del valle, todos corrieron a esconderse.
Los que sabían reír y los que no, los que bailaban de la mañana a la noche, los que cantaban, los hoscos y los divertidos, los que dibujaban y los que tejían, escaparon como niños hacia lugares más seguros, mientras el viento sacudía ventanas y arrancaba árboles y creaba remolinos que modificaban ese mundo escondido.
Durante las largas horas en las que se luchó para sobrevivir a la tormenta, nadie lo creyó posible.
Pero como todo, el viento, pasó.
Lentamente, los que se escondían, se asomaron. Durante unos minutos fueron felices por haber sobrevivido.
Pero luego comprendieron, que más allá de sus vidas, una sola cosa les importaba y en su miedo nadie la había protegido.
El fuego se había apagado. Y no sabían encenderlo de nuevo.
Me has transportado desde un huracán en el Caribe hasta una excursión de escolares en el campo.
ResponderBorrarFantástico!
Gracias Soboro! Interesante interpretación. Me encantó. Beso.
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