Siguen los problemas de la luz. Llamé a Edesur. Llamé al enre. Me comuniqué con el primero. El segundo está desbordado de quejas. Me niego a salir a la calle a golpear cacerolas. Una vez intenté participar en una queja en la que todos debíamos hacer ruido a las ocho de la noche, pero me dio tanta verguenza que me escondí.
En la estación había una chica vestida con una pollera violeta y una remera verde. Sentada en el banco de cemento miraba molesta hacia ambos lados del andén. La noté porque llegué justo cuando un tren se iba, y evidentemente ella lo había dejado pasar, y dejó pasar también el tren que yo tomé. Parecía de muy mal humor, y hablaba sola entre dientes, como retándose.
Un grupo de obreros ordena desganado los viejos tirantes de madera de las vías, que abandonados a un costado del andén se pudren lentamente bajo la lluvia.
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