viernes

La mujer indecisa y el vestido.


La mujer, en silencio, con mucha calma, observaba cada prenda colgada en los percheros del negocio. Era una actividad metódica, ordenada. Al principio solo deslizaba las perchas, observando la ropa por delante y por detrás. Después, quizás aburrida de esa modalidad, se atrevió a descolgarlas, estudiando de ese modo más de cerca los frunces, los volados, las costuras.

Varias veces la vendedora intentó iniciar un diálogo, preguntándose si ella, la clienta, necesitaba ayuda o solamente deseaba dejar pasar el tiempo. No era extraño que algunas personas aprovecharan el frío del aire acondicionado mientras esperaban a algún amigo que se retrasaba, o el turno en el médico en unos consultorios cercanos. Sin embargo, la mujer, de unos cuarenta años, con una sonrisa dulce evitó el diálogo y siguió con su minuciosa revisión de la mercadería.

Un vestido le resultaba particularmente atractivo. Lo apoyó sobre el cuerpo, mirándose en un espejo. No quiso entrar al probador a probárselo. Estaba indecisa. Sacó la billetera y comprobó que tenía el dinero suficiente para pagarlo. Comenzó a decir que llevaba esa prenda, pero después negó con la cabeza. Volvió a decir que sí lo llevaba, pero antes de pagar dijo que mejor no. La vendedora pensó, sin perder la sonrisa, que esta mujer en particular conseguiría romper el invicto de muchos años de atender a clientes sin ningún insulto.

Por fin, la mujer pidió disculpas y explicó:
- Sé que parezco una loca pero... No me compro ropa sola. Nunca. Siempre lo hago con mi mamá y está en el médico... Ni bien sale de la consulta vuelvo. A ella seguro le va a gustar como me queda... Necesito su opinión...

Y salió del local, mirando hacia atrás el vestido que por su indecisión se transformaba en el ideal de los vestidos, en algo inalcanzable. Quizás ella se sintiera bien de ese modo, dejando en las manos de su madre todas las decisiones, para que nada fuera su culpa. Ni siquiera un bello vestido, que como todas las cosas, un rato más tarde, pierde su encanto. Y lo no conseguido por la ausencia de la madre en un momento en particular, se transformaba en lo eternamente añorado, en lo perdido y nunca gastado. A medida que pasara el tiempo, el vestido sería cada vez más bello y siempre sería culpa de la madre el que no lo tuviera.

En todo caso, la vendedora colgó la prenda elegida y abandonada en su sitio, sospechando que esa mujer, no volvería.

12 comentarios:

  1. Me encantó Marce. Esa necesidad tan típicamente humana de depositar la responsabilidad en el otro, muy bien plasmada, casi que podría ser una alegoría hombre-"dios". Me gustó mucho.
    Cariños!

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  2. Necesita de la opinión de otro, yo creo que era una mera excusa para su indecisión, aunque el médico lo tiene al lado, luego tiene que ser verdad.

    Abrazo

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  3. Seguro que no vendría.
    La castigará sin salir la madre.

    Besos.

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  4. Que lindo relato espero que este sea el comiezo de una saga.
    Cuanta gente hay así que depende de la aprobación del otro.
    Prefiero quedarme con la duda de este final abierto.

    Te mando un beso grande y que tengas un lindo finde

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  5. A veces, nos resistimos a cortar el cordón umbilical, y así, claro, es imposible volar. Me encantó, Marcela, como siempre.
    Besos

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  6. ¿Qué crees? contaste mi vida. Así fue por mucho tiempo. Al grado que cuando iba a la tienda no sabía qué elegir. Mi madre todo me compraba y yo quedaba a gusto. Otras no. Pero, no sé, quizá era la comodidad de no desgastarme en elegir prendas o perder el tiempo o la autoridad de mi madre.
    Hasta que hace unos años decidí romper el cordón umbilical y decidir por mi propia cuenta. Me costó mucho aprender. Ahora me fastidia ir a la tienda. Con mi hija ha sido todo diferente, ella siempre elige su ropa y todo.
    En fin, que me vi reflejada en tu historia. Y mira, aquí te la cuento.

    Besos preciosa.

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  7. En todas las tiendas se debe dar el mismo caso… La mujer no compra de inmediato, espera a su madre y un buen día la madre no sale del médico para elegirle la ropa a su niñita de cuarenta. Es ahí donde ella descubre que los vestidos debe elegirlos por encima de las rodillas, sin volados sino escotes, sin colores delicados sino transparencias sugerentes y que no son para tocar el piano de la tía sino para arrastrarse a los pies de la cama.

    Qué poco dura puesto un vestido bien elegido…
    D.

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  8. Me estuviste espiando, pero yo no necesito la aprobación de mi madre (ya no está en este mundo), sino la de mi amado, porque quiero gustarle a él. Yo volví tres días después, y me lo compré.

    Besos.

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  9. Cuántas oportunidades se dejan pasar en la vida por la indecisión o por dejar la decisión en manos ajenas. Es increible la de personas que aún necesitan a una madre o un padre que decida por ellas.
    Besos

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  10. __ Me quiero llevar uno de estos dos, cual te gusta mas?

    __ A mi?

    __SI, cual te gusta mas?

    __Eh... no se..elegi el que mas te guste.

    __Nono, yo ya elegí estos dos, ahora elegi vos.

    __Eh? Yo no uso vestidos preciosa... lleva el que a VOS te guste.

    __No podes darme tu opinion????

    __ Ok... Ok... mi opinion... ok. me gusta el verde.

    __EL verde..? ah... bueno...el verde...

    __Que pasa?

    __ Nada nada... dejá... no es nada... llevo el que te gusta a vos, esta bien...

    Cuando pasa con la madre la madre se hace cargo. Cuando pasa con el novio el novio se quiere matar y se pregunta mil veces por qué acepta ir a comprar un vestido. Por qué esta de novio. por qué eligió el verde y por qué no está mirando el partido.


    besosss!

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  11. Es la necesidad de aceptación por parte de nuestros progenitores que a todos nos afecta en mayor o menor grado. ¿Cómo podría ser de otro modo cuando, durante la niñez, esta aceptación fue crucial para nuestra propia supervivencia?

    Un placer leerte.

    Besos.

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