jueves

El mercado


Cuando llegamos al mercado, nos damos cuenta de que hemos olvidado lo que íbamos a buscar. Igualmente, caminamos seguros, porque sentimos que titubear frente a todos esos desconocidos sería una derrota; en realidad solo esperamos que eso que olvidamos regrese a nuestra memoria. Siempre nos pasa, como si el mercado necesitara que olvidemos para entrar en él. Que estemos en blanco, para que escriba en nuestras páginas lo que a él le conviene.

Nuestros ojos se encandilan con todo lo ofrecido. Mientras recorremos los pasillos, entre los puestos ordenados, esquivando a los vendedores que ofrecen con voces seductoras sus productos, nos convencemos de que además de lo que olvidamos, necesitamos muchas más cosas.

Al ver las manzanas, inmediatamente recordamos que es eso lo que buscábamos. Pero, frente a nosotros los duraznos se ven deliciosos. Más allá hay nueces, y el perfume de las naranjas nos hace retroceder hasta el vendedor que acaricia la piel de esas frutas mientras nos dice que la vida no es igual si no las compramos.

Y más allá hay telas tan coloridas, más allá baratijas que brillan y tintinean. Todo podría ser nuestro, reclama ser nuestro, como si nos esperara solo a nosotros. Y los demás compradores parecen acumular lo que debería pertenecernos.

¿Queremos manzanas, naranjas, un pañuelo de seda? Es todo o nada, nos decimos, y lo creemos: ¿cómo no podemos tenerlo todo, nos agobia la certeza de la nada?

Hay algo obsceno y cruel en el hecho de que dejándonos vencer por el mercado sintamos esa falsa hambre, que aunque lo compremos todo, no podremos saciar.

7 comentarios:

  1. Alguien dijo alguna vez, algo como que era obsceno que el mercado se encargará de todo, por que el mercado tiene como fin último que los pobres lo sean aún más.
    ¿Vale para el cuento, no?

    Beso.

    T

    ResponderBorrar
  2. Marce, comparto plenamente lo que expresas en este texto. Esas son las bases con las que nos ha cepillado el cerebro el sistema capitalista, del que hay que huir a como de lugar...
    Cariños linda!

    ResponderBorrar
  3. Yo prefiero el mercado que las estanterías vacías y una cola interminable ante ellas.

    Besos.

    ResponderBorrar
  4. Tavoficuos: ¡Claro que vale!

    Sol: Hay que huir y pronto.

    Toro: Ojo, que hay formas de mantener las estanterías llenas, sin seguirle el juego al mercado. Gracias.

    Besos a los tres.

    ResponderBorrar
  5. Ey! Parece un paseo por la tanda comercial en la tele. Por eso hay que desconectarla, (yo la puse arriba del lavarropas)... aunque me sedujo eso del aroma de las frutas. En el mercado tambien se conoce gente... pienso. Un beso

    ResponderBorrar
  6. Es que el aroma de las frutas, debe ser lo mejor del mercado. Y algunas personas también, por que no.
    Gracias Pablo. Beso.

    ResponderBorrar
  7. El mercado ha hecho una fina y paciente tarea por generaciones creando la sensación de que a través de poseer se sacian las alegrías inmediatas y que las siguientes se saciarán con nuevas adquisiciones… paradójicamente las casas están abarrotadas de objetos inútiles, los mercados más poderosos y los consumidores… consumidos.

    Hace tiempo que ya es tiempo de abrir los ojos y al estilo de Diógenes pasearse por el mercado con una linterna y sin dinero para satisfacerse al alumbrar cuánto de lo que hay no se necesita.

    D.

    ResponderBorrar